“Hace Silencio, No Grites”
Moon Nay Li
Mi nombre es Moon Nay Li y soy la Secretaria General de Kachin Women’s Association Thailand. Como parte de esta organización llevo 14 años trabajando con mujeres y comunidades Kachin en Birmania y Tailandia para que puedan responder a cuestiones sociales y económicas y participar en la toma de decisiones en todos los niveles. Como miembro de la sociedad civil de Birmania/Myanmar, he presenciado muchos cambios durante los últimos años y meses. Trabajo en áreas remotas de la región y cada vez es más complicado hablar de cuestiones políticas. Sin embargo, veo cómo la sociedad civil se está volviendo cada vez más valiente. Ahora estamos más unidos en el movimiento a pesar de que el gobierno no nos apoye.
Después de las elecciones de 2010, muchas organizaciones de la sociedad civil (OSC) tomaron mayor conciencia de cuál era la situación política en Birmania. Sabemos que debemos participar para conseguir un cambio político significativo, una garantía para nuestros derechos raciales y una sociedad más igualitaria. Por otro lado, encaramos numerosos riesgos y desafíos en nuestra lucha por estos cambios, a pesar de que actualmente contamos con un gobierno civil.
Mis compañeros y yo recibimos amenazas y estamos bajo presión por parte de las autoridades, incluyendo la policía, el ejército y funcionarios del gobierno local que tratan de reprimir nuestro movimiento. En 1988 eran las fuerzas militares las que aplacaban las manifestaciones. Ahora recurren a la policía para cometer los mismos actos de violencia. La policía está autorizada a realizar cualquier tipo de acto de violencia contra los civiles. Nadie puede protegernos. En mi estado, por ejemplo, utilizan a ambas fuerzas, la policía y el ejército, para controlarnos cuando nos manifestamos. Caminamos por la calle y la policía nos observa y persigue.
Hay numerosas restricciones. Cada vez que queremos realizar algún evento debemos pedir un permiso a la policía en la ciudad. Nos dicen “pueden andar por la calle pero en silencio, sin gritar. Sólo pueden llevar una pancarta. No utilicen muchas pancartas ni posters y guarden silencio”. A principios de año organizamos una marcha para celebrar el Día Internacional de la Mujer. A pesar de que nos dijeron que debíamos guardar silencio, gritamos porque es nuestro derecho. Varios agentes de policía se acercaron a hablar con nuestras líderes. Nos hicieron muchas preguntas y nuestras líderes recibieron un aviso. Es muy complicado movilizar a las personas cuando las autoridades amenazan a las propias personas encargadas de la movilización.
Bajo la Constitución vigente, en Birmania no está contemplada la libertad de asamblea y asociación. El nuevo gobierno, por ejemplo, reprimió recientemente un movimiento que lucha por los derechos de los campesinos mientras marchaban hacia Nay Pi Taw, la capital. No existe una legislación para proteger a los defensores de derechos humanos. Es más, las autoridades se valen de la ley para controlarnos de manera que ni siquiera podemos expresarnos con libertad en las redes sociales. La situación es particularmente grave en el estado de Kachin y el resto del país.
Las autoridades locales solían venir a mi casa, amedrantar a mi familia y preguntar por mí. Por eso me fui del país. No pueden hacer nada. Sin embargo, mi cuenta de correo electrónico y el sitio web de mi organización fueron hackeados cuando lanzamos nuestro informe sobre derechos humanos.
En mi país, “desarrollo” es una palabra bonita. El gobierno nos quiere hacer creer que cualquier tipo de desarrollo es positivo para el pueblo. Dicen que, cuando hay desarrollo, es siempre bueno para el pueblo y que nadie debería quejarse de los proyectos de desarrollo. No podemos plantear más preguntas y no hay ningún tipo de consulta con la población local. Nunca he visto un plan de desarrollo del gobierno. No nos enteramos de ningún proyecto hasta que han sido puestos en marcha. Cuando alguien cuestiona por qué el gobierno está involucrado en un proyecto determinado, responden que el desarrollo es para todos y que por lo tanto no pueden quejarse. Incluso podemos hablar directa y abiertamente sobre abusos de derechos humanos, pero no sobre el desarrollo. Es más difícil resistirse al desarrollo.
Ahora las compañías privadas, sobre todo las chinas, también hablan de desarrollo. Sin embargo, su modelo se basa en arrebatarles todos los beneficios a las comunidades. Hay muy poco desarrollo real, mientras que las empresas nos quitan recursos naturales como la madera y el oro. En el estado de Kachin muchos recursos naturales han disminuido alarmantemente porque el gobierno dio permiso a una empresa para explotarlos. Nunca se preocupan por escuchar a las voces locales. No tenemos oportunidades de participar en el proceso o siquiera enterarnos por adelantado de un proyecto de desarrollo. Toman las decisiones por nosotros. Nos amenazan si intentamos decir algo y como resultado la gente está demasiado asustada para hablar de ello.
Por ejemplo, en el caso de la represa hidroeléctrica Myitsone, no nos enteramos del proyecto hasta que los afectados tuvieron que ser reubicados. No teníamos manera de obtener información por adelantado. La gente que se opone al proyecto rechaza las represas pero el gobierno no escucha. La empresa nunca nos tiene en cuenta porque está protegida por las fuerzas de seguridad del gobierno.
Puede que alguien se pregunte si fuimos consultados. El Banco Mundial asegura que organizó reuniones de consulta pero yo no podría llamarlas consultas. Los planificadores del proyecto sólo explicaron sus planes y lo que quieren hacer. Nadie podía presentar quejas ni hacer comentarios. En algunas reuniones organizadas por las autoridades locales sólo hablaron de sus planes y nuestras opiniones no fueron bien recibidas.
Las organizaciones de la sociedad civil en Birmania tienen mejor relación con aquellos representantes del Parlamento que previamente fueron activistas de organizaciones comunitarias de base o que fueron presos políticos. Nos entienden y nos dan más espacio para trabajar con ellos. En algunos aspectos, las cosas han mejorado en términos de participación, pero las esferas más altas de gobierno no apoyan a la sociedad civil. Debemos hacer incidencia en el gobierno para que nos entiendan.
Sin embargo, nuestro mayor problema es que las fuerzas militares siguen controlándolo todo. El ejército tiene más poder que el gobierno. Los militares han cometido violaciones de derechos humanos pero el gobierno actual no quiere juzgarlos. Está claro que el gobierno no quiere estar involucrado en abusos de derechos humanos cometidos por los militares. ¿Cómo podemos obtener justicia para nuestro pueblo? Las personas desplazadas internamente y los refugiados no pueden regresar a sus hogares porque no es seguro. Hay todavía muchas minas terrestres y conflictos en curso. En este contexto, el gobierno no permite la ayuda directa a los desplazados. Si alguien quiere contribuir con ayuda humanitaria debe hacerlo a través del gobierno central, pero esos recursos no podrían alcanzar a las personas en áreas remotas.
Me gustaría compartir mi historia con otros activistas y comunidades que afrontan situaciones similares. Necesitamos ampliar nuestras redes en la sociedad civil y más allá, especialmente en la comunidad internacional y los medios de comunicación. En este tipo de circunstancias, cuando pasa algo, la prensa y la comunidad internacional puede apoyarnos. Es importante que los medios sepan lo que está pasando realmente. También podemos aprender de las experiencias de otras comunidades, como cuando participé en el IAP’s Global Advocacy Team. La colaboración es la clave de nuestro trabajo.
Queremos un federalismo democrático en Birmania que conceda a gobiernos locales la autoridad para tomar decisiones. Ahora todo está controlado por un gobierno central y éste no sabe nada sobre nuestros planes y deseos. Sólo ve dinero y beneficios. De hecho, muchas violaciones de derechos humanos son el resultado del denominado desarrollo y la inversión extranjera.
Por último, quiero pedirles encarecidamente que nos ayuden a parar los grandes proyectos de desarrollo hasta que resolvamos la guerra civil y los problemas raciales que estamos sufriendo, porque los grandes proyectos de desarrollo empeoran la situación en las áreas de conflicto. Puede que a los inversionistas internacionales les guste que el gobierno promocione el desarrollo, pero su impacto ha resultado ser devastador para las comunidades locales.